En cualquier ciudad en la que se encontrara, Albertine no necesitaba buscar, pues el mal no estaba en ella sola, sino también en otras para quienes cualquier ocasión de placer fuera buena. Una mirada de una, en seguida entendida por la otra, acerca a las dos hambrientas, y a una mujer hábil le resulta fácil aparentar no ver y cinco minutos después dirigirse hacia esa persona, que ha entendido y la ha esperado en una calle transversal, y con dos palabras concertar una cita. ¿Quién lo sabrá jamás? Y resultaba tan sencillo a Albertine decirme, para que continuara, que deseaba volver a ver determinado punto de los alrededores de París que le había gustado. Por eso, bastaba con que volviera demasiado tarde, que su paseo hubiera durado un tiempo inexplicable, aunque tal vez demasiado fácil de explicar sin invocar razón sensual alguna, para que mi mal renaciese, vinculado esa vez a representaciones que no eran de Balbec y que me esforzaría por destruir, como las anteriores, como si la destrucción de una causa efímera pudiera entrañar la de un mal congénito.La prisionera, quinto volumen de la obra magna de Proust, es una de las novelas más ambiciosas sobre la obsesión amorosa.Marcel Proust (1871-1922) nació en París en el seno de una familia adinerada y abandonó muy pronto sus estudios de derecho para relacionarse con la sociedad elegante de París y dedicarse a escribir. Aquejado de asma desde su infancia, a los treinta y cinco años se convirtió en un enfermo crónico y pasó el resto de su vida recluido, sin abandonar prácticamente nunca la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra, En busca del tiempo perdido (Por la parte de Swann, 1913; A la sombra de las muchachas en flor, 1919; La parte de Guermantes, 1920-1921; Sodoma y Gomorra, 1920-1921; La prisionera, 1923; Albertine desaparecida, 1925, y El tiempo recobrado, 1927). Dicha obra describe la vida mental de un hombre ocioso que se mueve entre la alta sociedad, un largo monólogo interior en primera persona que es, en muchos aspectos, autobiográfico. Es autor de otras obras como Los placeres y los días (1896) y Jean Santeuil, que no apareció hasta 1952. Su importancia reside no tanto en las descripciones de la cambiante sociedad francesa como en el desarrollo psicológico de sus personajes y su preocupación filosófica por el tiempo, al que trata como un elemento al mismo tiempo destructor y positivo, solo aprehensible gracias a la memoria intuitiva. Proust concibe el tiempo como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poseen una realidad igual. Exploró con valentía los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor.
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En cualquier ciudad en la que se encontrara, Albertine no necesitaba buscar, pues el mal no estaba en ella sola, sino también en otras para quienes cualquier ocasión de placer fuera buena. Una mirada de una, en seguida entendida por la otra, acerca a las dos hambrientas, y a una mujer hábil le resulta fácil aparentar no ver y cinco minutos después dirigirse hacia esa persona, que ha entendido y la ha esperado en una calle transversal, y con dos palabras concertar una cita. ¿Quién lo sabrá jamás? Y resultaba tan sencillo a Albertine decirme, para que continuara, que deseaba volver a ver determinado punto de los alrededores de París que le había gustado. Por eso, bastaba con que volviera demasiado tarde, que su paseo hubiera durado un tiempo inexplicable, aunque tal vez demasiado fácil de explicar sin invocar razón sensual alguna, para que mi mal renaciese, vinculado esa vez a representaciones que no eran de Balbec y que me esforzaría por destruir, como las anteriores, como si la destrucción de una causa efímera pudiera entrañar la de un mal congénito.La prisionera, quinto volumen de la obra magna de Proust, es una de las novelas más ambiciosas sobre la obsesión amorosa.Marcel Proust (1871-1922) nació en París en el seno de una familia adinerada y abandonó muy pronto sus estudios de derecho para relacionarse con la sociedad elegante de París y dedicarse a escribir. Aquejado de asma desde su infancia, a los treinta y cinco años se convirtió en un enfermo crónico y pasó el resto de su vida recluido, sin abandonar prácticamente nunca la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra, En busca del tiempo perdido (Por la parte de Swann, 1913; A la sombra de las muchachas en flor, 1919; La parte de Guermantes, 1920-1921; Sodoma y Gomorra, 1920-1921; La prisionera, 1923; Albertine desaparecida, 1925, y El tiempo recobrado, 1927). Dicha obra describe la vida mental de un hombre ocioso que se mueve entre la alta sociedad, un largo monólogo interior en primera persona que es, en muchos aspectos, autobiográfico. Es autor de otras obras como Los placeres y los días (1896) y Jean Santeuil, que no apareció hasta 1952. Su importancia reside no tanto en las descripciones de la cambiante sociedad francesa como en el desarrollo psicológico de sus personajes y su preocupación filosófica por el tiempo, al que trata como un elemento al mismo tiempo destructor y positivo, solo aprehensible gracias a la memoria intuitiva. Proust concibe el tiempo como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poseen una realidad igual. Exploró con valentía los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor.
La prisionera del autor Proust,Marcel editado por LUMEN en el año 2005.
La prisionera tiene un código de ISBN 978-84-264-1536-3 y consta de 448 Páxinas. En este caso se trata de formato papel, pero no disponemos de La prisionera en formato ebook.
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