El siglo XVIII «la Ilustración, en definitiva» relanzó la medicina española, por la pretensión de mejorar la cantidad y la calidad de la población. Los gobiernos ilustrados impulsaron las organizaciones sanitarias e higiénicas, exigiendo a la medicina la recuperación de su  carácter de ciencia aplicada, en beneficio de la población y sus dirigentes. Se modifica, pues, la orientación teórica y especulativa de la práctica médica, imponiéndose nuevos criterios: utilidad, empirismo y eclecticismo.
 
 
 
 
 
 El tercer método tradicional de lucha contra la enfermedad «en la serie hipocrática: dieta, droga y hierro» es la cirugía, disciplina manual que hasta el siglo XVIII no gozó de excesiva científica ni social. Fue la nueva necesidad de muchos y buenos cirujanos (para el ejército y la población civil), la que impulsó la creación de centros de formación específicos.
 
 
 
 
 
 Todo lo expuesto derivó, sin duda, en una mejora en las técnicas quirúrgicas y las condiciones operativas: empezó a cuidarse el instrumental, a proceder regladamente y con limpieza, a conocer «científicamente» la enfermedad...
 
 
 
 
 
 Curiosamente, para el tratamiento y cuidado de los problemas dentales,  los primeros terapeutas en la materia fueron médicos; puede decirse que hasta el siglo XV no hubo cirujanos y barberos verdaderamente especializados en el cuidado de la dentadura. En España, la literatura  odontológica española resucita en las postrimerías del XVIII con dos obras específicas: el Tratado de las enfermedades de la boca de Francisco Antoni Peláez (1975), y el Tratado de las operaciones que deben practicarse en la dentadura de Félix Pérez Arroyo (1799).
 
 
 
 
 
 El Tratado de las operaciones se divide en siete clases de operaciones, a saber: 1) apartar o separar los dientes cuando están fuertemente unidos por indisposiciones particulares; 2) modo de limpiarlos o conservarlos en buen estado; 3) tapar los agujeros que se  hayan formado en ellos; 4) modo de limarlos cuando son largos o desiguales; 5) extracción de dientes, colmillos y muelas; 6) colocación de dientes artificiales; 7) cerrar los agujeros del paladar  con los obtunadores.
 
 
 
 
 
 Las láminas con utensilios que ilustran la obra fueron grabadas por un  artusta modesto: José María de la Vega, que no se encuentra entre los  grandes grabadores españoles de la época, que participaron en otras obras médicas o científicas del momento. El paralelismo entre la obra de Pérez Arroyo y Fauchard (no sólo en el texto, sino incluso en las láminas que muestran el material quirúrgico) es inevitable.
 
 
 
 
 
 Emilio Suárez Nimo (Introducción al Tratado de las operaciones). 
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El siglo XVIII «la Ilustración, en definitiva» relanzó la medicina española, por la pretensión de mejorar la cantidad y la calidad de la población. Los gobiernos ilustrados impulsaron las organizaciones sanitarias e higiénicas, exigiendo a la medicina la recuperación de su  carácter de ciencia aplicada, en beneficio de la población y sus dirigentes. Se modifica, pues, la orientación teórica y especulativa de la práctica médica, imponiéndose nuevos criterios: utilidad, empirismo y eclecticismo.
 
 
 
 
 
 El tercer método tradicional de lucha contra la enfermedad «en la serie hipocrática: dieta, droga y hierro» es la cirugía, disciplina manual que hasta el siglo XVIII no gozó de excesiva científica ni social. Fue la nueva necesidad de muchos y buenos cirujanos (para el ejército y la población civil), la que impulsó la creación de centros de formación específicos.
 
 
 
 
 
 Todo lo expuesto derivó, sin duda, en una mejora en las técnicas quirúrgicas y las condiciones operativas: empezó a cuidarse el instrumental, a proceder regladamente y con limpieza, a conocer «científicamente» la enfermedad...
 
 
 
 
 
 Curiosamente, para el tratamiento y cuidado de los problemas dentales,  los primeros terapeutas en la materia fueron médicos; puede decirse que hasta el siglo XV no hubo cirujanos y barberos verdaderamente especializados en el cuidado de la dentadura. En España, la literatura  odontológica española resucita en las postrimerías del XVIII con dos obras específicas: el Tratado de las enfermedades de la boca de Francisco Antoni Peláez (1975), y el Tratado de las operaciones que deben practicarse en la dentadura de Félix Pérez Arroyo (1799).
 
 
 
 
 
 El Tratado de las operaciones se divide en siete clases de operaciones, a saber: 1) apartar o separar los dientes cuando están fuertemente unidos por indisposiciones particulares; 2) modo de limpiarlos o conservarlos en buen estado; 3) tapar los agujeros que se  hayan formado en ellos; 4) modo de limarlos cuando son largos o desiguales; 5) extracción de dientes, colmillos y muelas; 6) colocación de dientes artificiales; 7) cerrar los agujeros del paladar  con los obtunadores.
 
 
 
 
 
 Las láminas con utensilios que ilustran la obra fueron grabadas por un  artusta modesto: José María de la Vega, que no se encuentra entre los  grandes grabadores españoles de la época, que participaron en otras obras médicas o científicas del momento. El paralelismo entre la obra de Pérez Arroyo y Fauchard (no sólo en el texto, sino incluso en las láminas que muestran el material quirúrgico) es inevitable.
 
 
 
 
 
 Emilio Suárez Nimo (Introducción al Tratado de las operaciones). 
Tratado operaciones deben practicarse en la dentadura y metodo para conservarla en buen estado c'est un livre du genre SCIENCES, TECHNOLOGIE ET MÉDECINE de LA MÉDECINE ET LA SANTÉ de l'auteur Perez Arroyo, Felix édité par KRK EDICIONES dans l'année 2003.
Tratado operaciones deben practicarse en la dentadura y metodo para conservarla en buen estado a un code ISBN 978-84-96119-39-0 et se compose de 270 pages. Dans ce cas c'est le format papier, mais nous n'avons pas Tratado operaciones deben practicarse en la dentadura y metodo para conservarla en buen estado au format ebook.
	
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