El proyecto social y político del siglo XXI tiene uno de los retos más apremiantes y al que la sociedad en su conjunto habrá de dar respuesta en los albores del nuevo siglo: que el desarrollo tecnológico y educativo tenga como corolario la inserción laboral de los grupos socialmente más desfavorecidos. La escasez del tiempo de trabajo, y por tanto la necesidad de repartirlo, es un tema que ha sido puesto sobre la mesa por los representantes de los distintos países de la Comunidad Europea. El reparto del trabajo ya no representa una idea descabellada, ni están tocados por la locura quienes la proponen. De hecho el economista Keynes vaticinó en el año 1930 que pasado un siglo solo se trabajaría tres horas diarias .El 2030 está a la vuelta de la esquina y nos vamos acercando paulatinamente a la conjetura formulada por Keynes. La era de la revolución industrial precisó de un gran número de obreros para producir bienes y servicios. Por el contrario, la revoución tecnológica solo necesita una élite de operarios muy especializados: buena parte del trabajo es realizado por máquinas que piensan. Países como los Estados Unidos, Japón o la Unión Europea asisten impávidos a la pérdida paulatina de puestos de trabajo, ya que la robótca y los ordenadores han desplazado al hombre y a la mujer de sus ocupaciones profesionales. La revolución del mercado de trabajo no va a conocer límites ni fronteras geográficas y agravará más el problema entere países ricos y pobres (Rifkin, 1996). Pero también dentro de un mismo país se acrecentará la distancia entre los ciudadanos pudientes de aquellos que vivien en el umbral de la miseria; estos entrarán en el círculo sin horizonte de pobreza, marginación y delincuencia. En definitiva, a mediados de la década de los sesenta se producen cambios importantes tanto en el plano tecnológico (en las fábricas se introducen nueva maquinaria y procesos industriales nuevos) como en el plano educativo (se escolariza a los futuros trabajadores en escuelas porfesionales y desaparece el aprendizaje tradicional ). Durante los años siguientes se suceden el periodo de crisis y postcrisis en el que hoy nos encontramos. En este periodo las transformaciones tecnológicas (que parece conducirnos a la sociedad sin trabajo) y la escuela de masas siguen su marcha inexorable (Sanchis, 1994).
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El proyecto social y político del siglo XXI tiene uno de los retos más apremiantes y al que la sociedad en su conjunto habrá de dar respuesta en los albores del nuevo siglo: que el desarrollo tecnológico y educativo tenga como corolario la inserción laboral de los grupos socialmente más desfavorecidos. La escasez del tiempo de trabajo, y por tanto la necesidad de repartirlo, es un tema que ha sido puesto sobre la mesa por los representantes de los distintos países de la Comunidad Europea. El reparto del trabajo ya no representa una idea descabellada, ni están tocados por la locura quienes la proponen. De hecho el economista Keynes vaticinó en el año 1930 que pasado un siglo solo se trabajaría tres horas diarias .El 2030 está a la vuelta de la esquina y nos vamos acercando paulatinamente a la conjetura formulada por Keynes. La era de la revolución industrial precisó de un gran número de obreros para producir bienes y servicios. Por el contrario, la revoución tecnológica solo necesita una élite de operarios muy especializados: buena parte del trabajo es realizado por máquinas que piensan. Países como los Estados Unidos, Japón o la Unión Europea asisten impávidos a la pérdida paulatina de puestos de trabajo, ya que la robótca y los ordenadores han desplazado al hombre y a la mujer de sus ocupaciones profesionales. La revolución del mercado de trabajo no va a conocer límites ni fronteras geográficas y agravará más el problema entere países ricos y pobres (Rifkin, 1996). Pero también dentro de un mismo país se acrecentará la distancia entre los ciudadanos pudientes de aquellos que vivien en el umbral de la miseria; estos entrarán en el círculo sin horizonte de pobreza, marginación y delincuencia. En definitiva, a mediados de la década de los sesenta se producen cambios importantes tanto en el plano tecnológico (en las fábricas se introducen nueva maquinaria y procesos industriales nuevos) como en el plano educativo (se escolariza a los futuros trabajadores en escuelas porfesionales y desaparece el aprendizaje tradicional ). Durante los años siguientes se suceden el periodo de crisis y postcrisis en el que hoy nos encontramos. En este periodo las transformaciones tecnológicas (que parece conducirnos a la sociedad sin trabajo) y la escuela de masas siguen su marcha inexorable (Sanchis, 1994).
Orientación y calidad educativa en los institutos de Enseñan es un libro del género FORMACIÓN E ESCOLAR del autor Fernández Larragueta, Susana editado por EDITORIAL UNIVERSIDAD DE ALMERIA en el año 2000.
Orientación y calidad educativa en los institutos de Enseñan tiene un código de ISBN 978-84-8240-198-0 y consta de 198 Páxinas. En este caso se trata de formato papel, pero no disponemos de Orientación y calidad educativa en los institutos de Enseñan en formato ebook.
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